El deporte favorito de nuestros pueblos ha sido capaz de restañar heridas y de estimular el respeto hacia el semejante, cualquiera sea su condición social, ideológica o religiosa. El fútbol tiene la capacidad de aglutinar y de convocar, gracias a ese irresistible poder indescifrable que tiene la pelota y el efecto que ella genera a todo ser humano.
El 9 de julio de 1916, en Buenos Aires, se concretó la gesta fundadora. Se impulsó así la maravillosa idea de aunar esfuerzos en la búsqueda del bien común enarbolando los principios del fútbol en un continente que, ayer, hoy y siempre, expresó la vocación generosa de sus hombres con magnánima dación, aportando al mundo su admirable protagonismo como parte gravitante del espectáculo más atractivo en el universo. Cada rincón, aún el más remoto, tiene a un futbolista sudamericano como expresión calificada de ese juego multitudinario.
En algún lugar del planeta invocarán a Sudamérica, ponderando las virtudes innatas de un futbolista de estas tierras, con una cálida evocación de identidad que tiene consonancia en todos nosotros como elemento de autoestima y valoración personal, y de posibilidad laboral para miles de personas.
En el fútbol siempre hemos sido el primer mundo. Lo ratifican los títulos obtenidos, la excelencia de nuestros futbolistas, y el aporte de otros distinguidos actores que, más allá de la línea de juego, son vastamente reconocidos en el seno de la familia del fútbol mundial.
La Confederación testimonia cada día de este presente a quienes, como el uruguayo Héctor Rivadavia Gómez, mentor de su creación, iluminaron la senda a seguir, con la persuasión de que nuestros actos nos proporcionan la sabia fuente de nuestro pasado.
¡Salud, glorioso Fútbol Sudamericano...!!!
Source: www.conmebol.com
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